viernes, 24 de julio de 2015

10 errores comunes sobre la innovación en las empresas





La palabra innovación parece estar asentada en la mayoría de las hojas de ruta de grandes y pequeñas compañías, como si de un ingrediente indispensable se tratara. Pero la fórmula de la innovación no depende tanto de la voluntad de quienes la introducen en sus discursos como algo indiscutiblemente novedoso, sino de la capacidad para imprimir en la propia compañía el valor que puede generar una buena metodología para estar competitivo y sobre todo el éxito alcanzado después de haber lanzado de verdad ideas exitosas a mercado. A continuación detallamos los 10 errores más comunes en la conceptualización de la innovación dentro de las estrategias de desarrollo de negocio.


1.- Innovar no es comprar maquinaria innovadora
Innovación no es comprar una máquina nueva de última generación que permita hacer X operaciones a una velocidad endiablada o que la competencia no tenga una similar. El valor real aportado por la máquina vendrá dado por una buena amortización de la misma y ello supone que previo a la compra se haya analizado con método qué nuevo producto o mejora de los productos ya en cartera va a suponer, cómo va a impactar de manera horizontal a la organización, desde el operario de la propia máquina, el área de calidad, de marketing, comercial y ventas, etc.  Habrá que tener en cuenta que las inversiones serán el último paso de una planificación organizada de la idea que impulsó la compra de la máquina.
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2.- Innovar no es ni tener ni copiar productos innovadores
Innovar no es acudir a ferias y mercados y realizar una vigilancia exhaustiva de los avances de la competencia para luego copiar lo que haya resultado de éxito con alguna mínima variación. Tampoco lo es tener un producto o servicio extraordinariamente potente o sofisticado o incluso rompedor si no existe detrás un interés por parte del mercado, o habiéndolo no tiene un correcto enfoque hacia el público destino. Habrá que tener en cuenta que diseñar producto es un ejercicio basado en la empatía con la necesidad del receptor final, por tanto introducir métodos para conocer sus insights (deseos, rechazos, filias y fobias) de manera constante en el tiempo permitirá concebir de forma sostenible ideas nuevas orientadas a la demanda real.
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3.- Innovar no es tener el sello de una entidad certificadora oficial
Acudir a una entidad certificadora reconocida y orientar esfuerzos a encajar con el modelo de la Norma toda la organización de la compañía para obtener el sello correspondiente no supone en sí una garantía de la calidad de la innovación. A pesar de su utilidad para formalizar metodología, la innovación requiere sobre todo de creatividad y de formulación constante de ideas a veces fuera de norma, utilizar un método encasillado puede a la larga encorsetar las maneras en las que una compañía concibe o reinventa su modelo de negocio en el mercado. Habrá que tener en cuenta por tanto que  la certificación es un reconocimiento para las empresas que puede servir para algunas cuestiones necesarias de cara a homologaciones o a la consecución de fondos de financiación pero no supone en sí una herramienta que permita espolear las ideas ni estimular la formulación continua de retos que deriven en innovación en el mercado.
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4.- Las ideas innovadoras no están siempre en los expertos
Es cierto que los expertos tienen un conocimiento amplio del negocio y del contexto que lo envuelve, pero en muchos casos su visión resulta encajada en preceptos totalmente estándares al respecto de lo que funciona o no en un mercado. Esta visión resulta poco enriquecedora si no se completa con la visión de los 360ª de una organización que incluiría a colaboradores menos experimentados, a intermediarios o partners y sobre todo al cliente final, que debería ser altamente protagonista de toda innovación. Habrá que tener en cuenta que en algunos casos las ideas aportadas por gente no experta, pueden convertirse en un especial caldo de cultivo sobre el que, esta vez sí, los expertos comenzar a romper o moldear sus propios modelos y desarrollar una innovación exitosa.
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5.- Innovar no es tener un departamento de I+D+i
Otra de esas perspectivas quizás equivocadas de muchas empresas tiene que ver con la relación directa que establecen entre tener capacidad de innovación y poseer internamente un departamento o área de I+D+i. Nada más lejos de la realidad, estos departamentos suelen realizar un modelo de innovación orientada desde la demanda (Push) y poco centrada en dos aspectos clave. A saber, la necesidad de trabajar la innovación como un método previo a la investigación y el desarrollo, en busca del encaje en el mercado del producto o servicio que pretende dar a luz como novedad y la necesidad perentoria de contar con todos los miembros de la organización para asegurar un correcto desarrollo del prototipo final.  Habrá que tener en cuenta por tanto que la I+D no debería ser ni un ente aislado que inventa cosas dentro de la organización, ni está capacitado en muchos casos para tener una perspectiva amplia del mercado y del cliente, más allá del prototipo para el que aún, después de su trabajo, deberían ejecutarse muchos pasos hasta su salida a la comercialización.
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6.- Innovar no es tener patentes
Resulta sorprendente que ciertos organismos y entidades, orientados a validar el carácter innovador de una empresa, siempre consideren la consecución de una patente como criterio de aptitud innovadora. Es cierto que para lograr una patente previamente se ha tenido que llevar a cabo una innovación más o menos metodologizada, que ha dado lugar a un nuevo conocimiento que previamente nadie había tenido. Pero esta cuestión puede tener muchos matices, pues en el ámbito empresarial lo que debería marcar el éxito de una innovación no es la consecución de la protección de la idea por su grado de exclusividad/novedad, sino sin duda alguna, por el rédito que de ella ha sacado la empresa que apostó por protegerla. La protección de las ideas tiene una verdadera utilidad a la hora de explotar las que son exitosas, pero como ocurre con todo en el mercado, la obsolescencia de las novedades resulta igualmente a la orden del día. Habrá que tener en cuenta que patentar las ideas supone un desembolso económico importante para las empresas y que en nada asegura la competitividad de la misma, en un tiempo en el que quizás la competencia, viéndose obligada a innovar por un camino distinto, por no pagar los derechos correspondientes para utilizar la idea protegida, llegue a desbancar no sólo la novedad anterior sino a minar por completo la competitividad de la misma.
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7.-Innovar no es tener miles de ideas
Otro de los grandes errores de muchas de las compañías más consolidadas tiene que ver con la creencia de que cuentan con el equipo más creativo posible y que por ello ya poseen una actitud y un carácter innovador. Pero el hecho de ser especialmente creativo no tiene nada que ver con la capacidad innovadora de una compañía. En la mayoría de los casos lo que suele suceder en estas situaciones, es que la empresa tenga multitud de ideas felices de las que viabilizar pocas y/o con escaso foco en la capacidad para absorberlas por parte del mercado y por tanto que nunca se lleven a término. O bien que llevándolas a término requieran de una inversión excesiva que nunca llegue a amortizarse. Habrá que tener en cuenta que la creatividad es uno de los aspectos primordiales a la hora de innovar pero requiere de método bien entendido, de un proceso en el que no se deje nada por evaluar, nada por probar, nada por valorar, nada por preguntar al cliente final, nada por corregir, modificar o agrandar en el prototipo. Creatividad sin método resulta de menor productividad y por tanto en muchos casos de innovación a la basura (innovation to trash).
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8.-Innovar no es sacar más productos que nadie al mercado
Como ocurría con el error anterior, llevar a cabo el esfuerzo de innovar en la gama de productos o servicios para sacar novedades al mercado y hacerlo de manera muy continua no tiene que ver directamente con la capacidad innovadora de la empresa. La innovación en una compañía no debería medirse en términos de número sino de éxito en el mercado de las novedades introducidas.  Habrá que tener en cuenta que cada esfuerzo de innovación realizado debería tener una evaluación de su éxito y para ello resulta imprescindible un método, que desde la propia conceptualización de la idea, incremente las posibilidades de que así sea.
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9.-Innovar no es recibir ayudas de I+D+i para probar
Lejos de disquisiciones al respeto del resultado final de la inversión de estos fondos en el crecimiento real de las empresas, la concepción en sí de este tipo de ayudas a la I+D contempla en sí mismo un error conceptual. La reducción de la curva de riesgo, desde que se trata de generar el nuevo conocimiento y por tanto se desarrolla una idea hasta que sale al mercado, tiene su sentido si previamente la idea establecida como innovadora hubiera sido fruto de un trabajo metodológico, que garantizara todas las cuestiones que se requieren para confirmar la viabilidad económica, la factibilidad técnica y sobre todo la oportunidad de mercado basada en una demanda real. Habrá que tener en cuenta que conseguir fondos de este tipo no significa que se esté realizando innovación, sólo se confirma que una idea posible puede generar nuevo conocimiento con poco riesgo y eso derive en menos compromiso o que el desarrollo se aletargue por plazos a veces puramente administrativos y que harán de la innovación algo que no lo será con el tiempo o como ocurre en muchos otros casos, que el fin se confunda con los medios y la ejecución del prototipo sea el final del proceso.
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10.-Innovar no es trabajar en silencio en algo revolucionario
Trabajar con secretismo puede resultar del todo equivocado si tenemos en cuenta que se hace porque es posible que otros copien antes la idea de lo que la empresa pueda tardar en sacarlo al mercado. De ser así no podría considerarse tan innovadora dicha idea. Muy por el contrario no someter la idea a la visión crítica de figuras internas y externas a la organización y sobre todo con el cliente final derivará en la mayoría de casos de una innovación poco sometida a la realidad y por tanto estéril. Habrá que tener en cuenta que introducir metodología que introduzca la participación de visiones multidisciplinares de la realidad y por tanto asumiendo que hacer fluir los parámetros fundamentales de la misma entre las diferentes esferas con carácter holístico enriquecerán la innovación y con ello su capacidad para tener éxito.

martes, 7 de julio de 2015

Cambiar de un enfoque de innovación desde la Oferta hacia la Demanda será una necesidad estratégica

A pesar de que lleva hablándose largo y tendido de los nuevos enfoques de innovación, inspirados conceptualmente en el "pensamiento de diseño" (Design Thinking), donde se coloca como eje de trabajo la empatía con el individuo final que es quien consume un determinado producto o contrata un servicio específico, resulta innegable asumir que cuenta ya con innumerables casos de éxito de grandes y pequeñas compañías.

Con todo y con eso no podemos olvidar que las metodologías de quienes practican este enfoque, no son más que una fórmula en la que invertir el formato ampliamente extendido de innovación basada en la capacidad de la oferta de crear ideas nuevas y que durante décadas han practicado quienes excelentemente han sabido ofrecer al mercado productos y servicios que han logrado satisfacer las necesidades del consumidor o han sabido desplegar un marketing efectivo que provocara el mismo efecto.

¿Y por qué es a día de hoy cuando un viraje de enfoque desde la innovación exitosa de la Oferta hacia la Demanda cobra especial importancia para las compañías? La respuesta la encontramos en la propia transformación de lo que resulta innovador o no para un consumidor. La conceptualización de un nuevo modelo de individuo no es una entelequia, sino una realidad en su aproximación neurológica a lo que le rodea y por tanto a su propia mente de consumidor.

En un mundo absolutamente conectado y tecnológicamente más capaz de responder particularizadamente a sus experiencias de consumo, no cabe otra posibilidad que innovar en lo que se le ofrece como sujeto, para que de veras responda a expectativas en las que se desenvuelve su nuevo ritmo de vida multitarea, nuevos patrones emocionales a la hora de disfrutar, de consumir, de conocer, de asombrarse, de reir o incluso de buscar la propia desconexión.

Como un batir de alas de mariposa, la digitalización ha desatado en las nuevas generaciones una priorización distinta en todas las facetas de su vida y con ello ha impactado a cuestiones tan cotidianas como sus hábitos alimenticios, su tiempo de ocio, sus relaciones, en general a sus propias expectativas de consumo y con ello a prácticamente todos los macrosectores productivos primario, secundario y terciario y que responden en modo de oferta transformada al individuo final. Ámbitos aparentemente alejados como el agroalimentario, combustibles, textil, telecomunicaciones satisfacen por igual a un sujeto que no cocina como antes, que viaja continuamente a otros lugares, utiliza ropa deportiva para correr en su tiempo de ocio, se comunica con colaboradores o familia por videoconferencia y en definitiva un individuo que se encuentra ávido de soluciones y respuestas que sujetos de décadas anteriores no sentían como propias.

Ante tal perspectiva, cabe pensar que la intuición y la experiencia de años de mercado no sean ya suficientes para generar una oferta competitiva como antes. No para esas empresas que creaban nuevos productos gracias a su extraordinaria intuición y saber hacer técnico y a los giros increíbles de gurús del marketing.

Para satisfacer al nuevo comprador de experiencias, que valora más la conversación de tú a tú con su ofertante, parece primordial una solución de continuidad en la forma de ofertar productos y/o servicios que respondan a su nueva realidad. Ello implica por tanto una innovación incluso en cómo practicar dichas innovaciones, que permita orientar los ingentes esfuerzos que requiere estar competitivo en mercado. Una fórmula encaminada a la innovación desde la demanda, como parte de las estrategias productivo-empresariales de los próximos años.